Damon Termini, miembro de Jóvenes x Fiare. Mayo 2024
Hoy en día hay una visión pesimista de los retos globales, tales como la crisis ambiental, los derechos humanos, y la desigualdad. La gente suele señalar a las instituciones y estructuras que perpetúan estos retos. Es difícil diferir de ellos. La producción a un nivel industrial de CO2, por ejemplo, resulta algo tan alejado de la mayoría de la población global que nos hace preguntarnos, ¿cómo puedo sentir que tengo autonomía para cambiar el mundo? Una fábrica de plástico contamina más agua de lo que alguien hará en toda una vida. ¿Y esto justifica la restricción de las bolsas de plástico en los supermercados?
Estos argumentos son válidos. También debemos tener en cuenta que las empresas ya echaron la culpa al consumidor individual de un problema sistémico que nadie puede resolver por sí mismo, como la contaminación.
Y, aun así, intento ser un consumidor consciente. Yo quiero preservar el medio ambiente, y quiero asegurar que no estoy contribuyendo a la destrucción de algo que valoro. Pero, al mismo tiempo, hay hipocresías contra las que estoy lidiando. Soy un vegetariano que no come carne por su impacto negativo en el medio ambiente, pero como huevos y bebo leche. Evito comprar productos online, pero vuelo para visitar a mi familia anualmente. No son sólo acciones contradictorias, sino que existe mucha crítica hacia el consumo consciente mediante argumentos como que “no es relevante si tú comes lentejas en lugar de un bistec, solo eres una persona”. Yo, sinceramente, no puedo comprender ese tipo de razonamiento.
Hay muchas razones para ser un consumidor consciente. Algunas comunes son para reducir el impacto ambiental, limitar la crueldad animal, o apoyar una causa social. Un consumidor ético probablemente transicionará hacia el vegetarianismo, o por lo menos a reducir su consumo de carne porque la industria cárnica genera bastante contaminación, CO2, y es una manera ineficiente de producción calórica. Desafortunadamente, para la gente que trata de ser más consciente de sus elecciones alimentarias, la problemática de la sobreexplotación, la ganadería industrial, y el desperdicio de alimentos contribuyen más de lo que una persona puede compensar.
Incluso aunque una gran cantidad de gente concienciada que está viviendo en Europa se pasara a una dieta baja en carne, el efecto sería nimio a nivel global puesto que la producción es a gran escala.
Este argumento no es necesariamente verdad, individuos que comen menos carne tienen una huella ecológica menor y un esfuerzo institucional podría reducir la huella ecológica de una gran población. Comprometerse con los derechos de los animales podría generar efectos positivos adicionales. No obstante, un tema recurrente del consumismo ético es el efecto exagerado de los países desarrollados (sobre todo Europa y América del Norte), por lo que reducir el impacto en dichas áreas tendría un efecto más positivo per cápita a nivel global.
Otra industria con problemática similar es la moda. La cultura del “fast fashion” es conocida por su reputación de contaminación y malas condiciones laborales. Sin duda la ropa es necesaria para sobrevivir, pero la preservación y protección del clima también son necesarias para una vida saludable. Estamos sobre produciendo ropa a una velocidad increíble, y existe una presión social para estar actualizado a la moda sin pensar en el coste de las condiciones laborales de los trabajadores que hicieron esta ropa, y el inmenso desperdicio de la ropa al final de la temporada. Al mismo tiempo las personas también buscan la gratificación de comprar algo nuevo, por lo que el problema no es solo social, si no también personal.
Incluso escalando la cantidad de gente que boicotea esta cultura de la moda rápida, el actual modo de producción es peligroso, en cualquier caso. Si tiene que haber un cambio en esta industria, debe ser estructural sin duda. Abocar por regulaciones, eligiendo conscientemente ropa perdurable, “verde” (ecológica), producida éticamente, de segunda mano, o comprando lo mínimo posible. Todo suma para reducir su impacto. Comprando “normal”, estas enviando dinero directamente a empresas multinacionales que tienen, por mucho, el mayor impacto negativo neto en el mundo.
Personas, empresas, y gobiernos están haciendo el cambio a coches eléctricos. Los beneficios incluyen ser “más ecológicos” y “no contaminar el aire”, pero si ampliamos nuestra perspectiva y analizamos esta industria, podemos ver que demanda muchos recursos para su producción eléctrica; por no hablar de que son peligrosos. Los coches matan a demasiados peatones y conductores, y al mismo tiempo contribuyen al aislamiento social en nuestras comunidades urbanas. Indudablemente los trenes son más ecológicos, seguros, y baratos.
¿Y por qué pararnos en el tema de coches? Hay otros tipos de transportes que están diseñados como una fuente de beneficios. Los aviones, para muchas personas, son el transporte más contaminante per cápita y el transporte más caro que vamos a usar en nuestra vida. Afortunadamente, el número de rutas alternativas en tren está aumentando, especialmente aquí en Europa. E incluso cuando no existe una dicha alternativa, existen maneras de viajar éticamente.
Hay recursos innumerables donde podemos buscar cómo podemos mejorar nuestra conducta ética, pero la clave de este texto es identificar la utilidad de este cambio de conducta. Literalmente, el consumismo consciente genera una diferencia en el hecho de que individualmente tu huella ecológica se reduce, especialmente como un consumidor norte americano o europeo. Si incluimos factores como la alimentación, la producción de gases de efecto invernadero, los residuos o el uso de energía, el mundo desarrollado tiene el mayor y peor impacto ecológico per cápita.
Ser un consumidor consciente reduce tu impacto individual comparado con alguien que vive un estilo de vida “normal”. Usando menos electricidad, apagando la calefacción y aire acondicionado cuando no lo necesites reduces tu consumo de energía. Comprando menos cosas contribuyes menos al proceso de extracción y desecho de los materiales para crear ese producto.
Sin embargo, el consumismo consciente no crea cambios sistemáticos. En la mayoría de las situaciones, los organismos gubernamentales y las entidades tienen esta responsabilidad. Las estructuras de producción están diseñadas para no priorizar los asuntos éticos. La deforestación para la producción de aceite de palma va a continuar existiendo por un tiempo, porque está siendo usado en un gran número de productos. Usar una bicicleta o un bus en tu viaje al trabajo no va a evitar la ampliación de las carreteras, tampoco reducirá la cantidad de gente que irá conduciendo a trabajar.
Esto no es un argumento pesimista, quiero enfocar con exactitud que son las entidades las que son más culpables en la destrucción del planeta. Pero entonces, ¿por qué hay que gastar tiempo y energía en el consumo selectivo?
La utilidad del consumismo consciente es más abstracta. El consumo consciente es una ruta a otras formas de acción. Requiere que una persona de pasos para facilitar su entrada al mundo de la acción colectiva, lo que sí tiene un impacto real. El consumismo ético es útil, no porque se cambie el medio ambiente, sino porque te cambia a ti. Si quieres comprar ropa ética, tienes que aprender qué significa ética, qué empresas son “éticas” y dónde puedo comprarla. Y en ese proceso encontramos otras dudas, como por qué hay tantas empresas poco éticas. ¿Por qué todas mis camisetas están hechas en Bangladesh y Vietnam? ¿Por qué los derechos laborales son tan débiles? ¿Qué más se está produciendo de esta manera?
De este modo, es un acto autorreflexivo que a un nivel interno cambia el statu quo. Es la declaración de que yo decido qué hago en mi vida, en lugar de aceptar lo que me presentan. Deba buscar cooperativas, productos éticos, grupos ecológicos; abriendo las puertas a otras actividades que luchan contra la degradación del mundo.
El consumo consciente es la armonía mental de saber que hay un problema y te aseguras de que tus hábitos no están contribuyendo a empeorar el problema. Así este post no es firme de defender el consumo consciente desde una perspectiva individual, porque el cambio real viene después, cuando encuentras un grupo de acción colectiva. El esfuerzo comunal multiplica el impacto del individuo, y crea brechas en las causas graves de la crisis ecológica, derechos humanos, derechos de los animales, etc.
Para terminar, quiero repetir que nuestras acciones mantienen el sistema de daño en el mundo, y estos efectos perjudiciales no solamente vienen de qué compramos. Otro agente importante para la perpetuación de este sistema es el sistema financiero. Aunque no puedo abarcar en este artículo la intersección de las finanzas y su impacto en el mundo ecológico, es muy importante saber cómo nosotros interactuamos con ellas. La mayoría de la gente exclusivamente usan bancos para sus necesidades financieras individuales, pero su función va mucho más allá de eso. Las finanzas éticas es un tema muy profundo, y si quieres una introducción fantástica, ¡Fiare Banca Ética es una muy buena manera de empezar!
Imagen de Becca McHaffie en Unsplash.
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